miércoles, 7 de octubre de 2009

Falta de educación + marginalidad = políticas represivas

Por Amparo Ruiz


¿Qué rol cumple la educación en la reinserción social de los jóvenes alojados en los institutos de menores? ¿Hay que reinsertarlos, o son parte de la sociedad?

La Convención sobre los Derechos del Niño afirma que los institutos o lugares de detención de menores deben buscar primordialmente la reinserción de los jóvenes en la sociedad, de manera tal que éstos asuman una función constructiva que les permita desarrollar una convivencia sana dentro del respeto por las normas impuestas y las pautas socialmente aceptables.

¿Qué significa “reinsertar” a un joven en la sociedad?, ¿Alguna vez estuvo fuera de la sociedad o es producto de ésta? ¿Qué rol cumple la educación en la “reinserción”?

La situación económica y social por la que atravesó el país hace varios años, específicamente desde la crisis de diciembre de 2001, ha posibilitado un escenario propicio para el crecimiento del desempleo, la deserción escolar, la proliferación de bolsones de pobreza, marginalidad, y la drogadicción, cuyas consecuencias afectan en forma directa a los más jóvenes. Y donde, finalmente, los institutos de menores terminan siendo la terapia intensiva de una resquebrajada cadena social en la cual la crisis educativa, el deterioro de las relaciones familiares y la falta de posibilidades de inserción laboral en la que se encuentra el joven, juegan un papel decisivo.

Según el CONNAF, Consejo Nacional de Niñez Adolescencia y Familia, existen en la Capital Federal seis institutos de seguridad: el Instituto Manuel Rocca, de admisión y clasificación; los institutos Luís M. Agote y el M. Belgrano, para adolescentes varones entre 14 y 18 años; el instituto J. de San Martín, destinado a menores de 14 años; el instituto por excelencia para la internación de mujeres, Ursula Iona de Inchausti y el Casa Joven.

Pero no todos los chicos y jóvenes están internados en institutos por problemas penales, por el contrario, casi un cincuenta por ciento son por causas asistenciales, es decir por haber sido abandonados, ya sea porque fueron víctimas de algún episodio de violencia familiar o porque sus tutores no consiguieron los medios para poder mantenerlos. Y dentro de este universo, el veinte por ciento son menores víctimas de delitos en sus propios hogares.

La coordinadora de educación en el Agote, Paola Sanchez, afirmó: “Es muy difícil llegar en un primer momento a los chicos, ya que ingresan generalmente con un autoestima muy deteriorada, donde creen que sus futuros ya fueron escritos y que su vida finaliza en una Unidad Penitenciaria de mayores. Pero con el tiempo se van generando los lazos de confianza necesarios para la educación. Hoy en día en el Agote se encuentran alojados cuarenta y cinco jóvenes, de los cuales el ochenta por ciento, esta estudiando y participando de los distintos talleres”.

Además, Sanchez enfatizó: “La única salida para los chicos que viven en institutos de menores es focalizar la atención en la educación formal y en los talleres. Muchos de ellos cuando ingresan son analfabetos o apenas cursaron dos años de la primaria, por consecuencia lo que yo espero de ellos es que puedan estudiar y aprender un oficio que les permita ganarse la vida en la calle”.

Por su parte, Mirta Gloria Fernández es profesora en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, autora del libro ¿Dónde está el niño que yo fui? Adolescencia, literatura e inclusión social, y dirige un taller de literatura en el Instituto San Martín. “La situación de los chicos alojados en los institutos de menores, es muy complicada. Todos viven una condición social de marginalidad muy importante, ya que un joven de clase alta con una familia tipo constituida y que en teoría contiene los valores sociales, no va a parar a un instituto”, afirmó Fernandez.

Asimismo agregó: “El trabajo que realizo junto a alumnos de la UBA en el Instituto, es por fuera de la educación formal, es un taller de literatura, donde la participación es muy buena, y comienza llevándoles diferente literatura para leer. En un primer momento la poesía no les gusta por que dicen que es de marica, pero luego aprenden a valorarla y le encuentran el gusto. Pero al final ellos siempre quieres escribir, quieren expresar sus experiencias, y lo interesante es que lo hacen desde una forma literaria”.

BASTA! Ya es momento que dejemos de cerrar nuestros ojos, que dejemos de tirar del la punta del ovillo sin desenredar el nudo.

No permitamos que sigan destruyendo nuestras futuras generaciones con políticas represivas y de abandono.

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